Mudarme lento
a la casa de tu piel
para fijar los cimientos de este amor vivo,
que resuella encuentros
con la greda gris
abarcando mis dedos
y mi ombligo y estimula galopes
en tu pecho brío arrojando estrellas
cometas
soles
lunas nuevas
por el ruedo de tus vestidos
reflejando el humo
en el mar eterno
de nieves negras,
en tus ojos tibios.
Porque promulgando esta epidemia de amor
seré las cadenas del castigo
que aten mis razones
al limo de tu cuerpo extinto.
Así, amor
trazaré el camino
unívoco, pérfido
y ríspido
hasta el umbral de mis sensaciones
que tienen por casa
tu boca
y por muerte tu olvido.