Por masticar el abandono,
cuando araño tu camino
decidí desandar tus labios
y guardar los míos
tan inservibles
tan gastados
tanto que me ahuecan
las horas
y se me pudren las manos
guardadas en los bolsillos
que sin cantarle al viento
en la caída
de tus laderas,
se aferran a este flagelo
a este intento
de darte todo lo que nunca te dí
a este fracaso rotundo.
Voy a trillar fantasmas
aquellos que te buscan en mi ropero
por entre las perchas lisas
jugando de dedo en dedo
con las últimas notas de tu olor
para no olvidarse que son tuyos
que ahí los dejaste
como si nada,
como si nunca hubieses venido
me tiemblan las rodillas
de a par escondidas
donde daba ese calor
el que llegaba cuando abrías la puerta
esa puerta
la que cierro con este punto final.
jueves, 15 de abril de 2010
Érase una vez yo
Publicado por
Brujo
en
21:11
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